Desde pequeños intentamos contar a las personas que nos rodean historias, cuentos, narraciones, relatos, y este afán por contar pasa a formar parte de nuestra vida diaria.
La narración nos invita a salir, a conocer el mundo y saber qué lugar ocupamos en él. Sirve también para interpretar las vidas humanas relatadas.
Una buena narración cautiva, amplía la imaginación, nos da variedad de posibilidades para el pensamiento, el sentimiento, la acción, permitiendo tender puentes entre diferentes épocas y culturas. Las narraciones nos permiten imaginar y sentir la experiencia del otro.
La narrativa tiene más o menos importancia dependiendo de su propia capacidad para provocar que los lectores amplíen sus horizontes, reflexionen críticamente sobre su propia experiencia, se sumerjan en tipos de experiencias diferentes a las suyas propias, y participen activamente en el diálogo en cuanto a... perspectivas diferentes y puntos de vista encontrados.
Invitados a recoger una historia y utilizarla, los lectores se convierten en coactores, auto-examinándose a través del poder evocador del texto narrativo.
Considerando todo lo anterior, diríamos que las posibilidades de la función narrativa para el aprendizaje de la historia es ilimitada, pues estimula que el alumno lea, razone, genere hipótesis y tenga una comunicación dialógica con los otros, motiva la curiosidad del alumno por saber información de un hecho histórico y por lo tanto hace más entendible la historia y logra que el alumno comprenda su propia realidad, que si se les da la indicación de leer de tal página a tal página y elaborar un resumen o contestar un cuestionario. Pero para esto, el maestro debe tener claros los puntos más importantes para que los incluya en su narración y el alumno los pueda identificar para construir su propio conocimiento; debe tener la capacidad de narrar, de promover una conversación informal, expresar las ideas con sus propias palabras y no olvidar que es el “cuestionamiento” lo que hará que el alumno ejerza un juicio crítico y reflexivo que lo lleve al desarrollo de competencias propias del pensamiento histórico.
En conclusión la narrativa permite a las personas razonar y reconstruir la historia.
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